domingo, 10 de outubro de 2010

Delia Elena San Marco - Jorge Luis Borges

     Despedimo-nos em uma das esquinas do Once.
     Da outra calçada tornei a olhar; você havia se virado e acenou-me com a mão.
     Um rio de veículos e de gente corria entre nós; eram cinco horas de uma tarde qualquer; como eu podia saber que aquele rio era o triste Aqueronte, o intransponível?
     Não nos vimos mais e um ano depois você estava morta.
     E agora procuro essa memória e a vejo e penso que era falsa e que por trás da despedida trivial estava a infinita separação.
     Ontem à noite não saí depois do jantar e reli, para compreender essas coisas, o último ensinamento que Platão põe na boca de seu mestre. Li que a alma pode fugir quando 
morre a carne.
     E agora não sei se a verdade está na infausta interpretação ulterior ou na despedida inocente.
     Porque, se as almas não morrem, é bom que em suas despedidas não haja ênfase.
     Dizer adeus é negar a separação, é dizer: “Hoje brincamos de nos separar, mas nos veremos amanhã”. Os homens inventaram o adeus porque se sabem de algum modo imortais, embora se julguem contingentes e efêmeros.
     Delia: um dia reataremos – à margem de que rio? – este diálogo incerto e nos perguntaremos se algum dia, em uma cidade que se perdia em uma planície, fomos Borges e Delia.

Delia Elena San Marco


     Nos despedimos en una de las esquinas del Once. 
    Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado vuelta y me dijo adiós con la mano.
   Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros; eran las cinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquel río era el triste Aqueronte, el insuperable.
   Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.
   Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsa y que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación.
   Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro. Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.
   Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterior o en la despedida inocente.
   Porque si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis.
   Decirse adiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.
   Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? este diálogo incierto y nos preguntaremos se alguna vez, en una ciudad que se perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia.

Jorge Luis Borges, in O Fazedor, 1960.