domingo, 25 de novembro de 2012

Digo que não sou um homem puro / Digo que yo no soy un hombre puro - Nicollás Guillén



Digo que não sou um homem puro.
Não vou dizer-te que sou um homem puro.
Entre outras coisas
falta saber se é que o puro existe.
Ou se é, digamos, necessário.
Ou possível.
Ou se cai bem.
Acaso já provaste a água quimicamente pura,
a água de laboratório,
sem um grão de terra ou de esterco,
sem o pequeno excremento de um pássaro,
a água feita apenas de oxigênio e hidrogênio?
Bá! que porcaria!

Não te digo, pois, que sou um homem puro,
não te digo isso, mas bem o contrário.
Que amo (as mulheres, naturalmente,
pois meu amor pode dizer seu nome),
e gosto de comer carne de porco com batatas,
e grão-de-bico e chouriço, e
ovos, frango, carneiro, peru,
peixe e mariscos,
e bebo rum e cerveja e aguardente e vinho,
e fornico (inclusive com o estômago cheio).
Sou impuro, o que queres que te diga?
Completamente impuro.
No entanto,
creio que há muitas coisas puras no mundo
que não são mais que pura merda.

Por exemplo, a pureza do virgem nonagenário.
A pureza dos noivos que se masturbam
em vez de se deitarem juntos numa pousada.
A pureza dos internatos, onde
abre suas flores de sêmen provisionado
a fauna pederasta.
A pureza dos clérigos.
A pureza dos acadêmicos.
A pureza dos gramáticos.
A pureza dos que asseguram
que devemos ser puros, puros, puros.
A pureza dos que nunca tiveram gonorreia.
A pureza da mulher que nunca lambeu uma glande.
A pureza do homem que nunca sugou um clitóris.
A pureza daquela que nunca pariu.
A pureza daquele que nunca procriou.
A pureza daquele que se dá golpes no peito, e
diz santo, santo, santo,
quando é um diabo, diabo, diabo.
Enfim, a pureza
de quem não chegou a ser suficientemente impuro
para saber que coisa é a pureza.

Ponto, data e assinatura.
Assim deixo escrito.

(Tradução livre)


Digo que yo no soy un hombre puro  

Digo que yo no soy un hombre puro
Yo no voy a decirte que soy un hombre puro.
Entre otras cosas
falta saber si es que lo puro existe.
O si es, pongamos, necesario.
O posible.
O si sabe bien.
¿Acaso has tú probado el agua químicamente pura,
el agua de laboratorio,
sin un grano de tierra o de estiércol,
sin el pequeño excremento de un pájaro,
el agua hecha no más de oxígeno e hidrógeno?
¡Puah!, qué porquería.

Yo no te digo pues que soy un hombre puro,
yo no te digo eso, sino todo lo contrario.
Que amo (a las mujeres, naturalmente,
pues mi amor puede decir su nombre),
y me gusta comer carne de puerco con papas,
y garbanzos y chorizos, y
huevos, pollos, carneros, pavos,
pescados y mariscos,
y bebo ron y cerveza y aguardiente y vino,
y fornico (incluso con el estómago lleno).
Soy impuro ¿qué quieres que te diga?
Completamente impuro.
Sin embargo,
creo que hay muchas cosas puras en el mundo
que no son más que pura mierda.

Por ejemplo, la pureza del virgo nonagenario.
La pureza de los novios que se masturban
en vez de acostarse juntos en una posada.
La pureza de los colegios de internado, donde
abre sus flores de semen provisional
la fauna pederasta.
La pureza de los clérigos.
La pureza de los académicos.
La pureza de los gramáticos.
La pureza de los que aseguran
que hay que ser puros, puros, puros.
La pureza de los que nunca tuvieron blenorragia.
La pureza de la mujer que nunca lamió un glande.
La pureza del que nunca succionó un clítoris.
La pureza de la que nunca parió.
La pureza del que no engendró nunca.
La pureza del que se da golpes en el pecho, y
dice santo, santo, santo,
cuando es un diablo, diablo, diablo.
En fin, la pureza
de quien no llegó a ser lo suficientemente impuro
para saber qué cosa es la pureza.

Punto, fecha y firma.
Así lo dejo escrito.

Nicolás Cristóbal Guillén Batista (Cuba, 1902-1989).

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